El hijo político de Franco se va, su nieto queda…
¡Y nosotros mirando las mariposas!
¡POR LA REPÚBLICA!, latido del mar en mi garganta…
No somos los herederos de la corona, ni vieja ni nueva; no hemos vuelto para compartir la miseria que reporta el hedor marginal de la historia de la corona, odio que desterró a los nuestros. Pedazo de las “almas” dispersadas, la ilusión de sus vidas, años la raíz atravesando fronteras, mares y guitarras; nuestras vidas representan un pasado, olvidar nunca! Somos parte del viento de fronda, el bosquejo de su silueta altiva. Una vez más viento a favor, colectivo, unidad antifascista que transita entre trincheras: cultura, creatividad, ilusión avivando esperanza, legado indiscutible ganado pulso a pulso a través de la historia.
Años oscuros de terror monárquico, democracia? Asesinatos en cadena atajaron la vida de obreros y estudiantes, los guerrilleros (asesinos) de cristo rey acamparon a sus anchas en la estrenada “democracia”, junto a un corrupto ejército y una iglesia implicada, hasta la sotana, en el crimen. Se tortura en las universidades tatuando a estudiantes a cuchilla emblemas nazis, tras ellos se crearon los GAL. Llegó la reconversión industrial, la corrupción más amplia en todo tipo de instituciones centralistas y autonómicas; sistema coordinado incondicional firmemente instalado en torno a la figura del rey, les reafirma como sistema, asientan nuevas investidas. Paso descomunal a una nueva reconversión, pero ya no quedan industrias en cadena donde miles de trabajadores luchaban codo a codo por mejoras sociales y económicas. Se clasifican por gremios los pequeños conatos (la solidaridad de clase deja de tener sentido), reafirmando el carácter gremialista, y el concepto individualista se impone; la burguesía apuntala nuevos intereses, el capitalismo vuelve a triunfar sobre los nadie. El acoso se amplia, cabalgan sus jinetes a forma de crisis, la carencia de derechos se ceba contra el que menos tiene. Técnicos y licenciados asientan sus bases ramificadas dentro de la pequeña burguesía pro-sistema, sus miras se amplían dentro de las clases privilegiadas; sindicatos, partidos y organizaciones políticas les apuntalan. Se trata de doblegarse, el sistema “democrático es generoso”, les favorece, les acaricia. La gran banca provoca enseñando mas visibles sus colmillos, la llaman crisis a su nueva reconversión económica que les perpetúa como sistema capitalista; se avecina un desmantelamiento en cadena de intereses y los desahucios fomentan su propiedad e identidad como poder absoluto. La marginación se amplía, los pobres cada vez más pobres; imponenen como diluvio el declive de derechos históricos conquistados en un combate a muerte contra la dictadura. Han vuelto a cercarnos, el terror de otros tiempos se impone, se palpa, se visualiza…
Llegan del mar de fondo; la muerte y exilio político de republicanos, su lucha, sigue siendo nuestra lucha. La raíz se estrecha contra la monarquía que no cesa de patentizar sello ideológico. El mar alcanza mayores niveles, es su oleaje, las crudas consecuencias de los años de terror y persecución sufridos; sus banderas de unidad popular vuelven a tomar las calles una vez más. Toma vigencia el drama polémico en todos los campos a nivel de Estado e internacional. La lucha de la raíz su heroicidad, lo mejor de su descendencia desde todos los puntos del exilio donde sufrieron el golpe de Estado más ruin de la historia, combate dando paso a la historia, la memoria colectiva prevalece. Su historia contemporánea de independencia aflora ante la actual corrupción, sinónimo del franquismo más puro:
«. . . un día volveremos, más veloces/sobre la densa y poderosa espada/de este mar, con los brazos ondeantes/y el latido del mar en la garganta…»
Versos de Pedro Garfias…
Su vivencia, la de miles por el mundo desterrados, impuso mestizaje, mezcla de impotencia, amargura y esperanza, dieron paso a las grandes obras desarrolladas en los países donde fueron acogidos, países hermanos de América y Unión Soviética… países como México acogiendo a “los trasterrados”, palabra en la que Lola Gaos sintetizara la hospitalidad de todo un pueblo de forma magistral; militante por lo humano, reconocer su valía, su aportación a la ciencia, a las letras, a la filosofía de la vida, a la Libertad. Lo mostraron en Francia (pese al trato antagónico a México), combatiendo contra el fascismo, la ocupación nazi en ese país en la II Guerra Mundial; después de combatir en campo propio, después de sufrir la “acogida” del gobierno francés, ajena al derecho a exilio, integrándolos en campos de trabajo y exterminio hacinados entre alambradas, hambrientos de hambre y amor, abandonados de todo, torturados hasta la extenuación marginado su amor ineludible. Nunca la abversisdad pudo contra su voluntad, perfil de hierro su militancia ante el ideal, apasionada conciencia. Fuertes lazos en lo cultural, pueblos entrelazados de todo el Estado contra el fascismo más crudo, pretendió doblegar la frondosa cascada, efervescencia de lo más diversa que otros pueblos del mundo pudieron compartir. El exilio unió cultural y humanamente, a los supervivientes, con los sueños a flote y grandes obras por todo el mundo. Clave de nuestra historia más contemporánea. A los que el fascismo internacional obligó a cruzar fronteras; mantuvieron intacta su identidad cultural, sus ideas, su trabajo, sus obras gracias a libertadores como el presidente de México Lázaro Cárdenas, que el poeta Pablo Neruda, recogió de esta manera:
«México, has abierto tus puertas y tus/manos al errante, al herido/al desterrado, al héroe»
¿Podríamos alcanzar mayores niveles de oleaje entre mareas?
El hijo político de Franco se va, su nieto queda… ¡Y nosotros mirando las mariposas!… El régimen lava una vez más la cara monárquica, los obispos airean la sábana del “salvador”, la banca amortiza; la transfusión en honor al sistema cumple nuevo ciclo, y en las ventanas de las cortes se asoma la pezuña mugrienta…
Presidente de las cortes:
«En nombre de dios y sobre los santos evangelios, ¿juráis lealtad a su excelencia el jefe del estado, fidelidad a los principios del movimiento nacional y demás leyes fundamentales del reino?»
Príncipe don Juan Carlos:
«Sí, juro lealtad a su excelencia el jefe del estado y fidelidad a los principios fundamentales del movimiento y demás leyes fundamentales del reino»
Presidente de las cortes:
«Si así lo hicierais que dios os lo premie y si no que os lo demande»
Vuelve a tomar la palabra el príncipe y lee un discurso para la historia:
«Mi general, señores ministros, señores procuradores: plenamente consciente de la responsabilidad que asumo, acabo de jurar, como sucesor a título de rey, lealtad a su excelencia el jefe del estado y fidelidad a los principios del movimiento nacional y demás leyes fundamentales del reino. Quiero expresar, en primer lugar, que recibo de su excelencia el jefe del estado y generalísimo Franco, la legitimidad política surgida el 18 de julio de 1936, en medio de tantos sacrificios, de tantos sufrimientos, tristes pero necesarios, para que nuestra patria encauzase de nuevo su destino… Mi general: desde que comencé el aprendizaje de servicio a la patria me he comprometido a hacer del cumplimiento del deber una exigencia imperativa de conciencia. A pesar de los grandes sacrificios que esta tarea pueda proporcionarme, estoy seguro que mi pulso no temblara para hacer cuanto fuere preciso en defensa de los principios y leyes que acabo de jurar»
Murió el dictador
Y el príncipe volvió a jurar para poder ser rey, tampoco dudó…
El presidente de las cortes, Alejandro Rodríguez de Valcárcel, ante el pleno de las cortes, puso el evangelio delante y dirigiéndose a él, le dijo:
«Señor, juráis por dios y sobre los santos evangelios cumplir las leyes fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios que informan el movimiento nacional?»
Juan Carlos respondió:
«Juro por dios y sobre los santos evangelios cumplir y hacer cumplir las leyes fundamentales del reino y guardar lealtad a los principios del movimiento nacional»
El presidente de las cortes volvió a repetir cantar evangélico:
«Si así lo hicierais que dios os lo premie y si no que os lo demande»
Y añadió más:
«En nombre de las cortes españolas y del consejo del reino manifestamos a la nación española que queda proclamado rey de España don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I. Señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción en el recuerdo a Franco… ¡Viva el rey¡… ¡Viva España¡»
Ala, ahí queda eso, la historia es la historia… 40 años de dictadura, y otros 40 de dictamierda-democrático-franquista.
NO AL REFERÉNDUM
¿Por qué se pide un referéndum para elegir entre monarquía y república?
Nos planteamos legitimar la institución monárquica?, pretendemos darla el status de demócrata? Pregunto, ¿desde cuando las monarquías son parte de la democracia? Por esa regla de tres, y si así es, pedir podemos pedir un referéndum sobre la forma de estado u organización en que queremos vivir, por ejemplo: ¿capitalista o comunista?, ¿capitalista o anarquista? Pedir podemos. Por poder, se puede pedir un sistema comunero o un sistema feudal con inquisición incluida. Pero, en 1931… ¿No se hizo ya un referéndum dónde se legitimó la República? ¿Por qué pedir la 3ª República, si la 2ª sigue vigente de hecho, quién la avala el derecho?, el sufragio universal!… ilegitimado por un golpe de estado del imperio fascista internacional. Por lo tanto, al pedir la 3ª… No estamos legitimando el golpe de estado, los 40 años de dictadura, y otros 40 de monarquía impuesta? Y, a quién se la pedimos, ¿a los monárquicos-fascistas del PPSOE? Como descendiente de represaliados me uno a los que luchan, para forzar la balanza del abordaje hacia la conquista de los derechos robados además de violados. Me reafirmo en su historia, en sus frentes de defensa y proclamo su anhelo colectivo, en el que incluyo sus sueños e ideales que son los míos en esencia: La República no se pide se exige, se conquista en los frentes de batalla como en el 31, y en el 36.
Por otro lado…
¿No deben de ser los pueblos, que conforman el Estado Español, los que pidan sus respectivas repúblicas, su derecho a ser, su forma de organizarse como sociedades independientes, con derecho a ser libres en sus decisiones sin que ello implique nuestro respeto, si con el sistema de explotación y marginación social quieren seguir gobernando, o sea, sin que tengan que decidir otros pueblos por ellos? Esto es básico, determinante, pienso, lo demás, sigue siendo la España una grande y libre, con monarquía o sin ella, y ahí pueda que estén implicados los nuevecitos y viejitos de una “izquierda” pro- sistema antagónico.
Se avecinan cambios que…
Sólo nos corresponden a los de abajo por ser y en tanto seamos…
Una amnistía general; instituciones para la vida (su integración), y no para morir en ella de asco. Proceso constituyente con representantes de todos los ciudadanos del Estado para que los pueblos puedan decidir por ellos. Derogacion de la constitución. Anulación de las actuales cortes y de todos los estamentos judiciales, militares, policiales, eclesiásticos… Que cada cual decida lo que mejor se ajuste a sus intereses territoriales.
Por cierto, que desilusión, la abdicación del Borbón conlleva el que se acabó la “diversión”?, que no tendremos bufón de quién reír? El nuevo es más joven, oh!, más sibilino, quizá menos “campechano”?, ay, ay, ay!!! Además, es amigo de Sabina y de actores políticamente correctos, ay, ay! De escritores, tecnócratas… ay, ay, ay… “el graciosillo”, eh, o sea, más campechano que el rey del cuento de Poe!!! Y, ese pedazo de reinabarbi, oiga, más lista que el hambre, ni tiempo pierde la plebeya entre risas guiadas por los mejores diseñadores de alta casta, trajecitos entre ejército, dentaduras nuevas entre premios Casa Blanca, dentablandas y zapatitos filete cocodrilo visitando poblados de los hijos del vientre hinchado por el dolor del hambre que mata, ay, ay, ay, cara nos ha salido la asalariada de televisión!!! Y, las tonterías que están escribiendo unos y otros de la llamada “nueva izquierda”?…
¡¡¡Pueblo dónde estás, asomate al balcón y vomita sobre el sistema!!!
¿Dónde los millones, de millones de parados, desahuciados, rejodidos marginad@s, juventudes comunistas, anarquistas, republican@s, independentistas, estudiantes altiv@s… ay, ay, ay!!! Y, Susanita, la de la virgen y la legión, que va para jefa del PSOE, dijo:
«Defiendo el imperio de la ley ante referendus sobre la monarquía»
Ala, se acabó, ya no quiero escribir mas de borbones ni bobones *Dejo este cuento de Poe, para el que quiera seguir leyendo, no viene mal recordar, cuando el régimen de los malos gobiernos, bombardean sobre las cualidades y bonanzas de la monarquía. A leer pues, siempre se aprende algo.
“Hop-Frog”
[Cuento. Texto completo]
Edgar Allan Poe
Jamás he conocido a nadie tan dispuesto a celebrar una broma como el rey. Parecía vivir tan sólo para las bromas. La manera más segura de ganar sus favores consistía en narrarle un cuento donde abundaran las chuscadas, y narrárselo bien. Ocurría así que sus siete ministros descollaban por su excelencia como bromistas. Todos ellos se parecían al rey por ser corpulentos, robustos y sudorosos, así como bromistas inimitables. Nunca he podido determinar si la gente engorda cuando se dedica a hacer bromas, o si hay algo en la grasa que predispone a las chanzas; pero la verdad es que un bromista flaco resulta una rara avis in terris.
Por lo que se refiere a los refinamientos ‑o, como él los denominaba, los «espíritus» del ingenio‑, el rey se preocupaba muy poco. Sentía especial admiración por el volumen de una chanza, y con frecuencia era capaz de agregarle gran amplitud para completarla. Las delicadezas lo fastidiaban. Hubiera preferido el Gargantúa de Rabelais al Zadig de Voltaire; de manera general, las bromas de hecho se adaptaban mejor a sus gustos que las verbales.
En los tiempos de mi relato los bufones gozaban todavía del favor de las cortes. Varias «potencias» continentales conservaban aún sus «locos» profesionales, que vestían traje abigarrado y gorro de cascabeles, y que, a cambio de las migajas de la mesa real, debían mantenerse alerta para prodigar su agudo ingenio.
Nuestro rey tenía también su bufón. Le hacía falta una cierta dosis de locura, aunque más no fuera, para contrabalancear la pesada sabiduría de los siete sabios que formaban su ministerio… y la suya propia.
Su «loco», o bufón profesional, no era tan sólo un loco.
Su valor se triplicaba a ojos del rey por el hecho de que además era enano y cojo. En aquella época los enanos abundaban en las cortes tanto como los bufones, y muchos monarcas no hubieran sabido cómo pasar los días (los días son más largos en la corte que en cualquier otra parte) sin un bufón con el cual reírse y un enano de quien reírse. Pero, como ya lo he hecho notar, en el noventa y nueve por ciento de los casos los bufones son gordos, redondeados y de movimientos torpes, por lo cual nuestro rey se congratulaba de tener en Hop-Frog (que así se llamaba su bufón) un triple tesoro en una sola persona.
Creo que el nombre de Hop-Frog no le fue dado al enano por sus padrinos en el momento del bautismo, sino que recayó en su persona por concurso general de los siete ministros, dado que le era imposible caminar como el resto de los mortales. En efecto, Hop-Frog sólo podía avanzar mediante un movimiento convulsivo ‑algo entre un brinco y un culebreo‑, movimiento que divertía interminablemente al rey y a la vez, claro está, le servía de consuelo, aunque la corte, a pesar del vientre protuberante y el enorme tamaño de la cabeza del rey, lo consideraba un dechado de perfección.
Pero si la deformación de las piernas sólo permitía a Hop-Frog moverse con gran dolor y dificultad en un camino o un salón, la naturaleza parecía haber querido compensar aquella deficiencia de sus miembros inferiores concediéndole una prodigiosa fuerza en los brazos, que le permitía efectuar diversas hazañas de maravillosa destreza, siempre que se tratara de trepar por cuerdas o árboles. Y mientras cumplía tales ejercicios se parecía mucho más a una ardilla o a un mono que a una rana.
No puedo afirmar con precisión de qué país había venido Hop-frog. Se trataba, sin embargo, de una región bárbara de la que nadie había oído hablar, situada a mucha distancia de la corte de nuestro rey. Tanto Hop-Frog como una jovencita apenas menos enana que él (pero de exquisitas proporciones y admirable bailarina) habían sido arrancados por la fuerza de sus respectivos hogares, situados en provincias adyacentes, y enviados como regalo al rey por uno de sus siempre victoriosos generales.
No hay que sorprenderse, pues, de que en tales circunstancias se creara una gran intimidad entre los dos pequeños cautivos. Muy pronto llegaron a ser amigos entrañables. Hop-Frog, a pesar de sus continuas exhibiciones, no era nada popular, y no podía, por tanto, prestar mayores servicios a Trippetta; pero ésta, con su gracia y exquisita belleza ‑pese a ser una enana‑, era admirada y mimada por todos, lo cual le daba mucha influencia y le permitía ejercerla en favor de Hop-Frog, cosa que jamás dejaba de hacer.
En ocasión de una gran solemnidad oficial (no recuerdo cuál) el rey resolvió celebrar un baile de máscaras. Ahora bien, toda vez que en la corte se trataba de mascaradas o fiestas semejantes, se acudía sin falta a Hop-Frog y a Trippetta, para que desplegaran sus habilidades. Hop-Frog, sobre todo, tenía tanta inventiva para montar espectáculos, sugerir nuevos personajes y preparar máscaras para los bailes de disfraz, que se hubiera dicho que nada podía hacerse sin su asistencia.
Llegó la noche de la gran fiesta. Bajo la dirección de Trippetta habíase preparado un resplandeciente salón, ornándolo con todo aquello que pudiera agregar éclat a una mascarada. La corte ardía con la fiebre de la expectativa. Por lo que respecta a los trajes y los personajes a representar, es de imaginarse que cada uno se había aprontado convenientemente. Los había que desde semanas antes preparaban sus rôles, y nadie mostraba la menor señal de indecisión… salvo el rey y sus siete ministros. Me es imposible explicar por qué precisamente ellos vacilaban, salvo que lo hicieran con ánimo de broma. Lo más probable es que, dada su gordura, les resultara difícil decidirse. A todo esto el tiempo transcurría; entonces, como postrer recurso, mandaron llamar a Trippetta y a Hop-Frog.
Cuando los dos pequeños amigos obedecieron al llamado del rey, lo encontraron bebiendo vino con los siete miembros de su Consejo; el monarca, sin embargo, parecía de muy mal humor. No ignoraba que a Hop-Frog le desagradaba el vino, pues producía en el pobre lisiado una especie de locura, y la locura no es una sensación agradable. Pero el rey amaba sus bromas y le pareció divertido obligar a Hop-Frog a beber y (como él decía) «a estar alegre».
-Ven aquí, Hop-Frog ‑mandó, cuando el bufón y su amiga entraron en la sala-. Bébete esta copa a la salud de tus amigos ausentes… (Hop-Frog suspiró)… y veamos si eres capaz de inventar algo.
Necesitamos personajes… personajes, ¿entiendes? Algo fuera de lo común, algo raro. Estamos cansados de hacer siempre lo mismo. ¡Ven, bebe! El vino te avivará el ingenio.
Como de costumbre, Hop-Frog trató de contestar con una chanza a las palabras del rey, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Sucedió que aquel día era el cumpleaños del pobre enano, y la orden de beber a la salud de «sus amigos ausentes» hizo acudir las lágrimas a sus ojos. Grandes y amargas gotas cayeron en la copa mientras la tomaba, humildemente, de manos del tirano.
-¡Ja, ja, ja! ‑rió éste con todas sus fuerzas-. ¡Ved lo que puede un vaso de buen vino! ¡Si ya le brillan los ojos!
¡Pobre infeliz! Sus grandes ojos fulguraban en vez de brillar, pues el efecto del vino en su excitable cerebro era tan potente como instantáneo. Dejando la copa en la mesa con un movimiento nervioso, Hop-Frog contempló a sus amos con una mirada casi insana. Todos ellos parecían divertirse muchísimo con la «broma» del rey.
-Y ahora, ocupémonos de cosas serias ‑dijo el primer ministro, que era un hombre muy gordo.
-Sí ‑aprobó el rey-. Ven aquí, Hop-Frog, y ayúdanos. Personajes, querido muchacho. Personajes es lo que necesitamos… ¡Ja, ja, ja!
Y como sus palabras pretendían ser una nueva chanza, los siete las celebraron a coro.
También rió Hop-Frog, aunque débilmente y como si estuviera distraído.
-Vamos, vamos ‑dijo impaciente el rey-. ¿No tienes nada que sugerirnos?
-Estoy tratando de pensar algo nuevo ‑repuso vagamente el enano, a quien el vino había confundido por completo.
-¡Tratando! ‑gritó furioso el tirano-. ¿Qué quieres decir con eso? ¡Ah, ya entiendo! Estás melancólico y te hace falta más vino. ¡Toma, bebe esto! ‑y llenando otra copa la alcanzó al lisiado, que no hizo más que mirarla, tratando de recobrar el aliento-. ¡Bebe, te digo ‑aulló el monstruo‑, o por todos los diablos que…!
El enano vaciló, mientras el rey se ponía púrpura de rabia. Los cortesanos sonreían bobamente. Pálida como un cadáver, Trippetta avanzó hasta el sitial del monarca y, cayendo de rodillas, le imploró que dejara en paz a su amigo.
Durante unos instantes el tirano la miró lleno de asombro ante tal audacia. Parecía incapaz de decir o de hacer algo… de expresar adecuadamente su indignación. Por fin, sin pronunciar una sílaba, la rechazó con violencia y le tiró a la cara el contenido de la copa.
La pobre niña se levantó como pudo y, sin atreverse a suspirar siquiera, volvió a su sitio a los pies de la mesa.
Durante casi un minuto reinó un silencio tan mortal que se hubiera escuchado caer una hoja o una pluma. Aquel silencio fue interrumpido por un áspero y prolongado rechinar, que parecía venir de todos los ángulos de la sala al mismo tiempo.
-¿Qué… qué es ese ruido que estás haciendo? ‑preguntó el rey, volviéndose furioso hacia el enano.
Este último parecía haberse recobrado en gran medida de su embriaguez y, mientras miraba fija y tranquilamente al tirano en los ojos, respondió:
-¿Yo? Yo no hago ningún ruido.
-Parecía como si el sonido viniera de afuera ‑observó uno de los cortesanos-. Se me ocurre que es el loro de la ventana, que se frotaba el pico contra los barrotes de la jaula.
-Eso ha de ser ‑afirmó el monarca, como si la sugestión lo aliviara grandemente-. Pero hubiera jurado por el honor de un caballero que el ruido lo hacía este imbécil con los dientes.
Al oír tales palabras el enano se echó a reír (y el rey era un bromista demasiado empedernido para oponerse a la risa ajena), mientras dejaba ver unos enormes, poderosos y repulsivos dientes. Lo que es más, declaró que estaba dispuesto a beber todo el vino que quisiera su majestad, con lo cual éste se calmó en seguida. Y luego de apurar otra copa sin efectos demasiado perceptibles, Hop-Frog comenzó a exponer vivamente sus planes para la mascarada.
-No puedo explicarme la asociación de ideas ‑dijo tranquilamente y como si jamás en su vida hubiese bebido vino‑, pero apenas vuestra majestad empujó a esa niña y le arrojó el vino a la cara, apenas hubo hecho eso, y en momentos en que el loro producía ese extraño ruido en la ventana, se me ocurrió una diversión extraordinaria… una de las extravagancias que se hacen en mi país, y que con frecuencia se llevan a cabo en nuestras mascaradas. Aquí será completamente nuevo. Lo malo es que hace falta un grupo de ocho personas, y…
-¡Pues aquí estamos! ‑exclamó el rey, riendo ante su agudo descubrimiento de la coincidencia-. ¡Justamente ocho: yo y mis ministros! ¡Veamos! ¿En qué consiste esa diversión?
-La llamamos ‑repuso el enano- los Ocho Orangutanes Encadenados, y si se la representa bien, resulta extraordinaria.
-Nosotros la representaremos bien ‑observó el rey, enderezándose y alzando las cejas.
-Lo divertido de la cosa ‑continuó Hop-Frog- está en el espanto que produce entre las mujeres.
-¡Magnífico! ‑gritaron a coro el monarca y su Consejo.
-Yo os disfrazaré de orangutanes ‑continuó el enano-. Dejadlo todo por mi cuenta. El parecido será tan grande, que los asistentes a la mascarada os tomarán por bestias de verdad… y, como es natural, sentirán tanto terror como asombro.
-¡Exquisito! ‑exclamó el rey-. ¡Hop-Frog, yo haré un hombre de ti!
-Usaremos cadenas para que su ruido aumente la confusión. Haremos correr el rumor de que os habéis escapado en masse de vuestras jaulas. Vuestra majestad no puede imaginar el efecto que en un baile de máscaras causan ocho orangutanes encadenados, los que todos toman por verdaderos, y que se lanzan con gritos salvajes entre damas y caballeros delicada y lujosamente ataviados. El contraste es inimitable.
-¡Así debe ser! ‑declaró el rey, mientras el Consejo se levantaba precipitadamente (se hacía tarde) para poner en ejecución el plan de Hop-Frog.
La forma en que procedió éste a fin de convertir a sus amos en orangutanes era muy sencilla, pero suficientemente eficaz para lo que se proponía. En la época en que se desarrolla mi relato los orangutanes eran poco conocidos en el mundo civilizado, y como las imitaciones preparadas por el enano resultaban suficientemente bestiales y más que suficientemente horrorosas, nadie pondría en duda que se trataba de una exacta reproducción de la naturaleza.
Ante todo, el rey y sus ministros vistieron ropa interior de tejido elástico y sumamente ajustado. Se procedió inmediatamente a untarlos con brea. Alguien del grupo sugirió cubrirse de plumas, pero esta idea fue rechazada al punto por el enano, quien no tardó en convencer a los ocho bromistas, mediante demostración práctica, que el pelo de orangután puede imitarse mucho mejor con lino. Una espesa capa de este último fue por tanto aplicada sobre la brea.
Buscóse luego una larga cadena…
Hop-Frog la pasó por la cintura del rey y la aseguró; en seguida hizo lo propio con otro del grupo, y luego con el resto. Completados los preparativos, los integrantes se apartaron lo más posible unos de otros, hasta formar un círculo, y, para dar a la cosa su apariencia más natural, Hop-Frog tendió el sobrante de la cadena formando dos diámetros en el círculo, cruzados en ángulo recto, tal como lo hacen en la actualidad los cazadores de chimpancés y otros grandes monos en Borneo.
El vasto salón donde iba a celebrarse el baile de máscaras era una estancia circular, de techo muy elevado y que sólo recibía luz del sol a través de una claraboya situada en su punto más alto. De noche (momento para el cual había sido especialmente concebido dicho salón) se lo iluminaba por medio de un gran lustro que colgaba de una cadena procedente del centro del tragaluz, y que se hacía subir y bajar por medio de un contrapeso, según el sistema corriente; sólo que, para que dicho contrapeso no se viera, hallábase instalado del otro lado de la cúpula, sobre el techo.
El arreglo del salón había sido confiado a la dirección de Trippetta; pero, por lo visto, ésta se había dejado guiar en ciertos detalles por el más sereno discernimiento de su amigo el enano. De acuerdo con sus indicaciones, el lustro fue retirado. Las gotas de cera de las bujías (que en esos días calurosos resultaba imposible evitar) hubiera estropeado las ricas vestiduras de los invitados, quienes, debido a la multitud que llenaría el salón, no podrían mantenerse alejados del centro, o sea debajo del lustro. En su reemplazo se instalaron candelabros adicionales en diversas partes del salón, de modo que no molestaran, a la vez que se fijaban antorchas que despedían agradable perfume en la mano derecha de cada una de las cariátides que se erguían contra las paredes, y que sumaban entre cincuenta y sesenta.
Siguiendo el consejo de Hop-Frog…
Los ocho orangutanes esperaron pacientemente hasta medianoche, hora en que el salón estaba repleto de máscaras, para hacer su entrada. Tan pronto se hubo apagado la última campanada del reloj, precipitáronse ‑o, mejor, rodaron juntos, ya que la cadena que trababa sus movimientos hacía caer a la mayoría y trastrabillar a todos mientras entraban en el salón.
El revuelo producido en la asistencia fue prodigioso y llenó de júbilo el corazón del rey… Tal como se había anticipado, no pocos invitados creyeron que aquellas criaturas de feroz aspecto eran, si no orangutanes, por lo menos verdaderas bestias de alguna otra especie. Muchas damas se desmayaron de terror, y si el rey no hubiera tenido la precaución de prohibir toda portación de armas en la sala, la alegre banda no habría tardado en expiar sangrientamente su extravagancia. A falta de medios de defensa, produjese una carrera general hacia las puertas; pero el rey había ordenado que fueran cerradas inmediatamente después de su entrada, y, siguiendo una sugestión del enano, las llaves le habían sido confiadas a él.
Mientras el tumulto llegaba a su apogeo y cada máscara se ocupaba tan sólo de su seguridad personal (pues ahora había verdadero peligro a causa del apretujamiento de la excitada multitud), hubiera podido advertirse que la cadena de la cual colgaba habitualmente el lustro, y que había sido remontada al prescindirse de aquél, descendía gradualmente hasta que el gancho de su extremidad quedó a unos tres pies del suelo.
Poco después el rey y sus siete amigos, que habían recorrido haciendo eses todo el salón, terminaron por encontrarse en su centro y, como es natural, en contacto con la cadena. Mientras se hallaban allí, el enano, que no se apartaba de ellos y los incitaba a continuar la broma, se apoderó de la cadena de los orangutanes en el punto de intersección de los dos diámetros que cruzaban el círculo en ángulo recto. Con la rapidez del rayo insertó allí el gancho del cual colgaba antes el lustro; en un instante, y por obra de una intervención desconocida, la cadena del lustro subió lo bastante para dejar el gancho fuera del alcance de toda mano y, como consecuencia inevitable, arrastró a los orangutanes unos contra otros y cara a cara.
A esta altura, los invitados iban recobrándose en parte de su alarma y comenzaban a considerar todo aquello como una estupenda broma, por lo cual estallaron risas estentóreas al ver la desgarbada situación en que se encontraban los monos.
-¡Dejádmelos a mi! ‑gritó entonces Hop-Frog, cuya voz penetrante se hacía escuchar fácilmente en medio del estrépito‑, ¡Dejádmelos a mí! ¡Me parece que los conozco! ¡Si solamente pudiera mirarlos más de cerca, pronto podría deciros quiénes son!
Trepando por sobre las cabezas de la multitud, consiguió llegar hasta la pared, donde se apoderó de una de las antorchas que empuñaban las cariátides. En un instante estuvo de vuelta en el centro del salón y, saltando con agilidad de simio sobre la cabeza del rey, encaramóse unos cuantos pies por la cadena, mientras bajaba la antorcha para examinar el grupo de orangutanes y gritaba una vez más:
-¡Pronto podré deciros quiénes son!
Y entonces, mientras todos los presentes (incluidos los monos) se retorcían de risa, el bufón lanzó un agudo silbido; instantáneamente, la cadena remontó con violencia a una altura de treinta pies, arrastrando consigo a los aterrados orangutanes, que luchaban por soltarse, y los dejó suspendidos en el aire, a media altura entre la claraboya y el suelo. Aferrado a la cadena, Hop-Frog seguía en la misma posición, por encima de los ocho disfrazados, y, como si nada hubiese ocurrido, continuaba acercando su antorcha fingiendo averiguar de quiénes se trataba.
Tan estupefacta quedó la asamblea ante esta ascensión, que se produjo un profundo silencio. Duraba ya un minuto, cuando fue roto por un áspero y profundo rechinar, semejante al que había llamado la atención del rey y sus consejeros después que aquél hubo arrojado el vino a la cara de Trippetta. Pero en esta ocasión no cabía dudar de dónde procedía el sonido. Venía de los dientes del enano, semejantes a colmillos de fiera; rechinaban, mientras de su boca brotaba la espuma, y sus ojos, como los de un loco furioso, se clavaban en los rostros del rey y sus siete compañeros.
-¡Ah, ya veo! ‑gritó, por fin, el enfurecido bufón-. ¡Ya veo quiénes son!
Y entonces, fingiendo mirar más de cerca al rey, aplicó la antorcha a la capa de lino que lo envolvía y que instantáneamente se llenó de lívidas llamaradas. En menos de medio minuto los ocho orangutanes ardían horriblemente entre los alaridos de la multitud, que los miraba desde abajo, aterrada, y que nada podía hacer para prestarles ayuda.
Por fin, creciendo en su violencia, las llamas obligaron al bufón a encaramarse por la cadena para escapar a su alcance; al ver sus movimientos, la multitud volvió a guardar silencio. El enano aprovechó la oportunidad para hablar una vez más:
-Ahora veo claramente quiénes son esos hombres ‑dijo-. Son un gran rey y sus siete consejeros privados. Un rey que no tiene escrúpulos en golpear a una niña indefensa, y sus siete consejeros, que consienten ese ultraje. En cuanto a mí, no soy nada más que Hop-Frog, el bufón… y ésta es mi última bufonada.
A causa de la alta combustibilidad del lino y la brea, la obra de venganza quedó cumplida apenas el enano hubo terminado de pronunciar estas palabras. Los ocho cadáveres colgaban de sus cadenas en una masa irreconocible, fétida, negruzca, repugnante. El bufón arrojó su antorcha sobre ellos y luego, trepando tranquilamente hasta el techo, desapareció a través de la claraboya.
Se supone que Trippetta, instalada en el tejado del salón, fue cómplice de su amigo en su ígnea venganza, y que ambos escaparon juntamente a su país, ya que jamás se los volvió a ver.
Maité Campillo (actriz y directora de teatro)